Slide Sobre Mi | Lila Ramos y Ramos

Mi nombre es Lila Ramos y Ramos

Mi nombre es

Lila Ramos y Ramos

Cuando nací tuve un inmenso regalo, conocer que el nacimiento y la muerte son sólo momentos, expresiones de lo impermanente, de algo inalterable: la Vida. Lo opuesto a la muerte no es la Vida, sino el nacimiento. Ambos son sus movimientos, su pulso, su inhalación y exhalación y Ella no tiene opuestos.

 

Mi madre falleció a causa del parto y su hermana se hizo cargo de mis dos hermanos y de mi, para ayudar a mi padre quien al poco tiempo también falleció. Crecer huérfana con una tía soltera, con escasos recursos económicos, en un país del tercer mundo, es mirar la Vida desde diferentes perspectivas que pocas veces se tocan con lo establecido. Esa dimensión de un lugar no fijado, me mantuvo en una apertura inconmensurable. Crecí con muchas preguntas existenciales y con un inmenso agradecimiento hacia mi tía, quien falleció cuando yo tenía 20 años. Soy hija de la solidaridad y eso marcó a fuego la dimensión de la valoración y la gratitud en todos los ámbitos de mi vida.

Cuando nací tuve un inmenso regalo, conocer que el nacimiento y la muerte son sólo momentos, expresiones de lo impermanente, de algo inalterable: la Vida. Lo opuesto a la muerte no es la Vida, sino el nacimiento. Ambos son sus movimientos, su pulso, su inhalación y exhalación y Ella no tiene opuestos.

 

Mi madre falleció a causa del parto y su hermana se hizo cargo de mis dos hermanos y de mi, para ayudar a mi padre quien al poco tiempo también falleció. Crecer huérfana con una tía soltera, con escasos recursos económicos, en un país del tercer mundo, es mirar la Vida desde diferentes perspectivas que pocas veces se tocan con lo establecido. Esa dimensión de un lugar no fijado, me mantuvo en una apertura inconmensurable. Crecí con muchas preguntas existenciales y con un inmenso agradecimiento hacia mi tía, quien falleció cuando yo tenía 20 años. Soy hija de la solidaridad y eso marcó a fuego la dimensión de la valoración y la gratitud en todos los ámbitos de mi vida.

“El pasado no nos condiciona, tan solo es una experiencia vivida: lo que condiciona es la mirada.”

“El pasado no nos condiciona, tan solo es una experiencia vivida: lo que condiciona es la mirada.”

Cuando uno se abre a la pregunta, honestamente y de corazón,

que aparezca la respuesta es inevitable.

La búsqueda de respuestas a la naturaleza de la realidad, guiaron mis intereses. Primero estudié Psicología en la Universidad de mi ciudad natal durante algunos años, pero como no encontré respuestas la abandoné. Sin tener idea a qué dedicarme, en una situación de total desesperanza porque mi tía ya había fallecido y sin ningún tipo de sustento económico, me fui a vivir a otra ciudad. Allí me dediqué a tomar clases de danza y trabajar para vivir. Bailar, sólo por el placer de hacerlo, me rescato y me hizo vivir en coherencia. Y ello me devolvió una alegría insondable.

«Eres la Vida

uniéndose a sí misma.»

Sin embargo, las preguntas continuaban latentes y si bien me enriquecía con lecturas, que me orientaban, no lograban saciarlas. Hasta que llegó un punto de inflexión: un momento de entrega y apertura total, entonces las respuestas comenzaron a llegar. Apareció un lugar donde daban clases de filosofía oriental, entre otras cosas, y supe que esa era la respuesta a mi pedido. Al poco tiempo descubrí que existía la carrera de Lic. en Filosofía Oriental en la Universidad, estudié y me gradué. Tuve allí un gran maestro: el profesor de Teología que me enseñó a leer los Evangelios, en clases repletas de sabiduría, poesía y humor; comprendí que el núcleo de los textos sagrados es uno, la misma esencia, coloreados con diferentes matices de acuerdo a los espacios culturales donde estos hubiesen surgido. Parafraseando al poeta sufi Rumi, la enseñanza es: “Salir de la rueda del tiempo y entrar en el círculo del Amor”. El resto de la carrera me dió todo el marco teórico que necesitaba para continuar, de manera más ordenada, la búsqueda para entrar en ese círculo.

La Vida quiso que diera muchas vueltas, incluso que hoy viva en Holanda, fuese madre, sanara heridas y continuara estudiando. Fue un ultimo maestro, que llegó como respuesta, con quien pude dar el último salto y experimentar la maravilla. Literalmente, los sentidos se ampliaron y se perdió el adentro y el afuera. Todo encontró su orden. Se cerró un ciclo y se reabrió el ciclo infinito de la celebración. La Vida comenzó a expresarse nuevamente a través de la danza, la naturaleza y como Amor incondicional a absolutamente todo. Incluso, a lo que antes sentía que me separaba de ella.

 

Así fui guiada al acompañamiento con diferentes maestros y líneas. En Amor y agradecimiento, no me ubico bajo ninguna. De cada uno recibí como respuesta a la pregunta del momento, lo que estaba buscando. Y eso es lo que creo: cuando uno se abre a la pregunta, honestamente y de corazón, que aparezca la respuesta es inevitable. Así fuí vivida.

«Eres la Vida uniéndose a sí misma.»

La búsqueda de respuestas a la naturaleza de la realidad, guiaron mis intereses. Primero estudié Psicología en la Universidad de mi ciudad natal durante algunos años, pero como no encontré respuestas la abandoné. Sin tener idea a qué dedicarme, en una situación de total desesperanza porque mi tía ya había fallecido y sin ningún tipo de sustento económico, me fui a vivir a otra ciudad. Allí me dediqué a tomar clases de danza y trabajar para vivir. Bailar, sólo por el placer de hacerlo, me rescato y me hizo vivir en coherencia. Y ello me devolvió una alegría insondable.

Sin embargo, las preguntas continuaban latentes y si bien me enriquecía con lecturas, que me orientaban, no lograban saciarlas. Hasta que llegó un punto de inflexión: un momento de entrega y apertura total, entonces las respuestas comenzaron a llegar. Apareció un lugar donde daban clases de filosofía oriental, entre otras cosas, y supe que esa era la respuesta a mi pedido. Al poco tiempo descubrí que existía la carrera de Lic. en Filosofía Oriental en la Universidad, estudié y me gradué. Tuve allí un gran maestro: el profesor de Teología que me enseñó a leer los Evangelios, en clases repletas de sabiduría, poesía y humor; comprendí que el núcleo de los textos sagrados es uno, la misma esencia, coloreados con diferentes matices de acuerdo a los espacios culturales donde estos hubiesen surgido. Parafraseando al poeta sufi Rumi, la enseñanza es: “Salir de la rueda del tiempo y entrar en el círculo del Amor”. El resto de la carrera me dió todo el marco teórico que necesitaba para continuar, de manera más ordenada, la búsqueda para entrar en ese círculo.

La Vida quiso que diera muchas vueltas, incluso que hoy viva en Holanda, fuese madre, sanara heridas y continuara estudiando. Fue un ultimo maestro, que llegó como respuesta, con quien pude dar el último salto y experimentar la maravilla. Literalmente, los sentidos se ampliaron y se perdió el adentro y el afuera. Todo encontró su orden. Se cerró un ciclo y se reabrió el ciclo infinito de la celebración. La Vida comenzó a expresarse nuevamente a través de la danza, la naturaleza y como Amor incondicional a absolutamente todo. Incluso, a lo que antes sentía que me separaba de ella.

 

Así fui guiada al acompañamiento con diferentes maestros y líneas. En Amor y agradecimiento, no me ubico bajo ninguna. De cada uno recibí como respuesta a la pregunta del momento, lo que estaba buscando. Y eso es lo que creo: cuando uno se abre a la pregunta, honestamente y de corazón, que aparezca la respuesta es inevitable. Así fuí vivida.