LA INTELIGENCIA AMOROSA DE LA VIDA

     

Identificarnos como cuerpos con una mente, viviendo en un mundo exterior a nosotros: significa vivir desde el paradigma materialista. Éste explica que existe un universo, dentro de él un mundo, dentro de él un cuerpo, dentro de él un cerebro y dentro una consciencia. Es decir que surgimos en un mundo, como entes separados unos de otros. Sin embargo, cuando uno se adentra como un científico riguroso en la exploración de la experiencia, puede comprobar, por sí mismo, que con lo primero que se encuentra es con la Consciencia y no al revés.

¿Y ESTO QUÉ SIGNIFICA?

Que podemos tomar como prueba de la realidad a la experiencia, que es lo único que puede llegar a ser conocido, o a la creencia: un conjunto de pensamientos que luego devienen en teoría.

Que si aún hoy la ciencia no ha encontrado: ni la materia, ni la supuesta consciencia que está dentro del cerebro (aunque sin embargo sostiene la teoría materialista) estamos viviendo desde una creencia.

Es decir, somos creyentes del paradigma materialista. Esta es la religión imperante que, sin saberlo, aceptamos.

Todos sabemos que la palabra miel no va a endulzar la boca. Del mismo modo, especular teóricamente sobre algo que sólo puede ser experimentado es un sinsentido.

¿Y ESTO PARA QUÉ SIRVE?

  • Para darnos cuenta que el único problema del que sufrimos es el de una confusión de identidad. Al aceptar como verdadera una creencia que nos define como entidades psico físicas, viviendo en aislamiento, siendo los hacedores de actividades y decisiones, en un mundo al que podemos dirigir. Ante esto no queda más posibilidad que vivir desde el sufrimiento o la lucha entre la resignación, el esfuerzo, la búsqueda de aceptación y éxito, intentando encontrar un lugar en el mundo. Sin embargo, está al alcance de todos explorar si esta creencia es cierta. No se trata de aceptar nuevas creencias, sino de indagar profundamente en la propia experiencia íntima y cotidiana.
  • Para reconocer, desde la propia exploración, cómo el pensamiento fue colonizando a la realidad. Es decir, que no vivimos en contacto con la realidad sino con lo que nosotros pensamos sobre ella. Vivimos desde un plano imaginario. El que, a su vez, carga con los condicionamientos de miles de años. Por lo tanto, mientras no queramos tomar el timón para conocer nuestra verdadera naturaleza, continuaremos viviendo bajo el filtro de creencias y condicionamientos, por lo tanto, esclavos de nuestra elección. Sin darnos cuenta hemos elegido una opción: vivir desde una contracción. Es solo una opción, dentro de las infinitas posibilidades. Es como elegir vivir dentro de una celda, mientras las puertas están abiertas. Ese es nuestro libre albedrío.
  • Para alinearse con la Vida y permitir ser guiado por ella.
  • Podemos elegir entre dos fuerzas que nos gobiernan:

 

1- Una que dicta continuar bajo el modelo ya conocido, y, por lo tanto, conocemos sus consecuencias.

2- Otro que, de manera subterránea, va llamándose a sí mismo: la inteligencia amorosa de la Vida, que de manera incansable busca su cauce.

Puesto que hay una armonía que se oculta bajo las apariencias, esta segunda fuerza está ocurriendo más allá de nuestra elección. Pero, al elegir (haciendo uso del libre albedrío) la primera, se vive como en un choque de fuerzas, con resistencias y dolor o con alegrias esporádicas, buscando permanentemente un nuevo objeto externo que alimente esa alegría pasajera.

Mientras que al reconocer (por haber experimentado la verdadera naturaleza de la realidad) la segunda, hay un morir a todo lo anteriormente conocido, es decir, hay una rendición. Y al realizar este movimiento, toda esa energía que estaba extendida ”hacia afuera” se realinea y, paradójicamente, se recibe la paz y la felicidad que siempre estuvimos buscando.

 

  • Para abrirse a vivir desde la Sabiduría, el despliegue natural al que somos llamados: a nuestro florecimiento. Que es experimentado cuando vivimos, o nos dejamos vivir, desde el colapso de la separación, es decir, desde el Amor.

Vivir, o intentarlo, de esta manera no implica aislarse del mundo. No, por el contrario. Es la puerta a experimentar la Vida tal cual Es. Abrirse a que sea ella quien se revele en toda su maravilla y ser acogido por el asombro y el entusiasmo.

En todo caso, es al vivir desde el paradigma materialista cuando uno se siente y vive aislado del mundo. Metido en sus condicionamientos. Apagado, desmotivado, o estresado, buscando algo que lo distraiga del letargo de creer vivir dentro de un cuerpo.

De hecho, es la única experiencia que está sucediendo en este momento, la elijas o no, pero debido a los constructos mentales, uno no logra darse cuenta. Es como esas imágenes que al verlas tienen una forma, pero si uno relaja la mirada y quita la fijación en lo que estaba viendo, otra figura se va revelando. Aunque, en realidad, ya estaba ahí desde el comienzo.

«No hay dolor más grande que el no poder amar, es decir, el no poder Unirse a la Vida.»